La Medalla de Oro a la memoria de Gipuzkoa

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La Diputación Foral concede este año la máxima distinción de Gipuzkoa al conjunto de los y las guipuzcoanas que lucharon por defender los valores y las instituciones democráticas tras el golpe de estado de 1936, y padecieron la represión franquista en la posguerra. Como representante de la ciudadanía guipuzcoana, es un honor para mí reconocer en nombre de Gipuzkoa  la lucha de toda una generación y el padecimiento de miles de personas que perdieron la vida o fueron represaliadas y castigadas por el franquismo, en el emotivo acto que se celebrará esta tarde.

La historia de miles de guipuzcoanos y guipuzcoanas nos sigue estremeciendo.  Tras el golpe de estado  llegó  la guerra en la que  miles de personas murieron en el frente defendiendo los valores democráticos; en la que cientos de hombres, mujeres, niños y niñas perdieron la vida en los ataques a la población civil; en la que el cruel régimen franquista ejecutó a un millar de personas en nuestro territorio. También hay que sumar a todas aquellas muertes, las personas exterminadas en campos de concentración o de trabajo y aquellas que perecieron a causa del hambre, las enfermedades y la cárcel. Comenzaría así la eliminación del enemigo del régimen, el sometimiento del pueblo vasco, y la persecución contra toda ideología diferente a la de la Falange.

Sufrimiento, tortura, exilio y muerte que siguió en la posguerra con miles de víctimas a las que el franquismo despojó de sus hogares, negocios y bienes y condenó a la miseria y al ostracismo durante décadas. Personas que llevaron su sufrimiento en silencio con las historias que el régimen intentó ocultar.

Un soterramiento sellado por la losa del silencio. Silencio impuesto durante décadas por una despiadada dictadura que se dilató en la transición, y el silencio prolongado e impuesto a sí mismas en las familias, para no “remover el pasado” y “provocar más sufrimiento”. Pero también un silencio incapaz de enfrentar la injusticia vivida. El fatal mutismo de un lenguaje que en sí es incapaz de relatar un horror que escapa a toda palabra y entendimiento.

Esta tarde serán pocos los testigos directos que acudirán al acto de entrega que celebraremos en el palacio foral. Ya han pasado muchos años. Sin embargo lo harán sus descendientes. Espero y deseo que este acto de homenaje y recuerdo contribuya al reconocimiento público que se merecen todas estas personas, repare en alguna medida su sufrimiento, y nos sirva para dar a conocer una parte de nuestra historia, no tan lejana, que ha marcado nuestro presente y lo seguirá haciendo en el futuro.

La placa de oro que se colocará en un lugar de honor del Palacio Foral honrará la memoria de las personas que lucharon para defender la libertad y la democracia de nuestro pueblo. La propia Diputación Foral de Gipuzkoa, en el verano de 1936, se convirtió el centro neurálgico de la resistencia contra los sublevados. Desde este mismo edificio se organizó la resistencia, se atendió a cientos de heridos, lesionados y mutilados durante aquellas primeras semanas en las que las fuerzas democráticas unieron sus esfuerzos contra la sublevación militar que avanzaba ocupando nuestro territorio. Los golpistas, tras arrancar el control de la Diputación, abrieron expedientes de depuración a más de 1.000 funcionarios y funcionarias, expulsando finalmente a más de 400, llevando así a cientos de familias a la ruina y la miseria. Y cientos de trabajadores fueros obligados a luchar en la guerra con el frente popular para evitar ser fusilados.

El paso de los años hace que los que hoy hacemos memoria seamos los hijos, nietos y bisnietos de aquella generación. Memoria sobre una historia que debemos conocer, transmitir y sobre la que es imprescindible tomar conciencia para poder construir un futuro justo y sin sombras en el para nuestro pueblo.

No podemos negar que nuestra sociedad ha avanzado, pero aún queda mucho por implementar la cultura democrática que más de una generación luchó por defender. Debemos  transmitir el recuerdo y la memoria de lo acontecido y no nos podemos permitir cerrar este capítulo con vacíos y silencios. Es nuestro deber transmitírselo a los más jóvenes. Una memoria incompleta es un lastre para las generaciones venideras compuesta por relatos incompletos, con lagunas. Por ello es necesario recuperar y completar la memoria para mirar al futuro con la conciencia tranquila, sabiendo que honramos la memoria de los que hoy no están.

Hoy  recordamos y honramos a todas estas personas.  81 años después debemos seguir trabajando para que esta institución siga siendo baluarte en la defensa de los derechos humanos y en la lucha contra el olvido. La placa de oro, como símbolo, quiere impedir que todas estas víctimas del franquismo se conviertan también en víctimas del olvido y es un pequeño paso más para restituir su todavía incompleto derecho a la verdad, la justicia y la reparación. Derecho, por extensión, de todo el pueblo guipuzcoano.

Perdimos a miles de personas, familiares,  pero también se nos negó el derecho a nuestra lengua, cultura y educación, se perdieron los derechos que la mujer iba ganando poco a poco en la sociedad, se prohibieron los partidos políticos, la libertad de culto…  Sin embargo pese a la derrota militar, nuestro pueblo resistió y sobrevivió y este es un legado que tenemos que atesorar.

Verdad, justicia y reparación para todas aquellas personas  víctimas inocentes de la guerra y del franquismo que serán homenajeadas esta tarde. Y para las familias de aquellas víctimas de una generación de la que nos sentimos orgullosos y a la que tanto debemos.