Urbetz, la narrativa de la danza

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Juan Antonio Urbeltz recibió el viernes la Medalla de Oro de Gipuzkoa 2015. Un merecido reconocimiento a una extensa y fructífera trayectoria, un camino imposible de recorrer sin la inestimable colaboración, apoyo y empuje de su mujer Marian Arregi. No cabe entender sus logros sin su constante apoyo y contribución.

Juan Antonio Urbeltz Navarro nació en Iruñea, en 1940, pero desde su infancia ha vivido en Donostia. Comenzó su andadura en el mundo de la danza en el grupo Goizaldi, hasta que en 1965 inició su proyecto en el grupo Argia, que ha venido desarrollando hasta nuestros días. Fueron momentos de participación en el proceso de acercamiento entre diferentes artistas y pensadores, congregados en torno a la figura de Jorge Oteiza, en la búsqueda de lo que se llamaría la Escuela Vasca de Arte Contemporáneo. Su objetivo de reparar la falta de conocimiento sobre el mundo de la danza le llevó a tejer una tupida red de relación con diversas y significativas personas de ayer y hoy.

La trayectoria de Urbeltz brilla en el plano teórico y de investigación. Entendida la danza como símbolos en movimiento, se hace necesario comprender el significado de tales símbolos, que constituyen el núcleo del lenguaje o código de la danza. En ellos descansará su obra creativa. Apoya sus nuevas creaciones sobre la base de este hilo dramático tejido de metáforas, rituales y símbolos. Sus creaciones no serán, por tanto, meros collages de coreografías y movimientos consecutivos, sino el resultado de un lenguaje artístico que cumple plenamente con su fin estético.

Pero no se trata solo de un folclorista que ha acumulado un impresionante conocimiento etnográfico, sino que su rigurosa metodología confiere legitimidad a sus conclusiones etnográficas. Para él, la danza no es una estética formal que se limita al ritmo y la acción de un grupo. Es evidente que la coreografía se convierte en drama por fuerza de la narración, y que el drama describe sucesos de nuestra historia cultural, en los cuales aparecen diferentes épocas de civilización, formas de socialización, creencias y ecos míticos.

La danza puede fosilizarse porque quizá sea entre todas las expresiones culturales la que tiene sus formas más ritualizadas, con el peligro de hacer que se olviden su sentido y contenidos simbólicos. Puede que se hayan conservado con sumo cuidado sus elementos formales, pero olvidada su sustancia, la danza se convierte en mero movimiento mecánico, ve coartada toda su riqueza.

Juan Antonio Urbeltz muestra que en ciertas danzas se olvidaron aquellas narraciones que les daban sentido, y que se ha desplazado su significado. Es por ello que hace arqueología de la danza tradicional, discerniendo el gesto e indagando en las narraciones que pueden perdurar en la memoria colectiva.

Va en búsqueda de aquel relato perdido que daba sentido a las expresiones corporales y las secuencias gestuales, los movimientos y el ritmo. Urbeltz se ha esforzado en descubrir el imaginario que subyacía en los rituales folclóricos, para recuperar su sentido y simbolismo originales. Entendida así la danza, se vuelve a poner en evidencia que la coreografía es con la narración como se hace drama que representa la vida.

La contribución cultural de Juan Antonio es haber aportado a la danza un estatus teórico, que la integra en el sistema de la antropología cultural de un modo de modo coherente. Juan Antonio se ha convertido así en un referente reconocido de la cultura vasca. Ha venido a ser un Magister generoso que, como antropólogo y etnógrafo, como folclorista y coreógrafo, revierte lo recibido, y lo hace en forma de una perspectiva de la cultura vasca contemplada desde la danza.

Esta ingente labor desarrollada a lo largo de los años ha estado sustentada en sólidos valores, que han ido emergiendo de diversas maneras. Juan Antonio Urbeltz ha comprendido y defendido el carácter político de la danza, su importante papel como herramienta poderosa de configuración de la personalidad como pueblo y de articulación de la comunidad. Arregi y Urbeltz acometieron su trabajo ubicando a la danza en el núcleo central de su proyecto personal y político.

 

Un trabajo desarrollado con rigor y honestidad basados en el conocimiento, que denota un claro compromiso con el pueblo y la sociedad. Una labor generosa, llevada a cabo en la conciencia de que actuaban al servicio del progreso de un pueblo. Y una trayectoria que denota liderazgo y visión, pues durante todos estos años han tenido la capacidad innegable de reunir en torno a sus proyectos a gente voluntariosa. 

En una perspectiva de futuro, gracias a la tarea dirigida por Juan Antonio Urbeltz y Marian Arregi durante largos años, la danza es hoy en día un patrimonio más valioso y vivo que nunca. Será una gran empresa la reflexión, procesamiento y elaboración de los cientos de danzas, pasos, coreografías, melodías, vestuarios y publicaciones de propuestas teóricas que han puesto en circulación. Profundizando en las bases y líneas implantadas por Marian Arregi y Juan Antonio Urbeltz, todos los dantzaris del País Vasco están llamados a participar en trabajos que den vida y alienten con continuidad a la danza vasca.